Mujeres de las comunidades indígenas de Risaralda rechazaro la práctica de la ablación
Mujeres pertenecientes a las comunidades indígenas Embera Katío, Embera Chamí y la etnia Wanam se reunieron en el municipio de Pueblo Rico para expresar un contundente rechazo a la práctica de la ablación (mutilación genital femenina). En un diálogo sincero y valiente, estas mujeres indígenas desafiaron el patriarcado presente en algunas de sus comunidades, insistiendo en que esta práctica, lejos de ser una tradición cultural auténtica, es un procedimiento doloroso, peligroso y que atenta contra sus derechos fundamentales.
Durante el encuentro, las mujeres coincidieron en que la ablación inflige un sufrimiento innecesario y representa un grave riesgo para la salud de las niñas.
En un giro esperanzador, las mujeres indígenas participantes exploraron alternativas ancestrales a la ablación. Se discutió la posibilidad de realizar un procedimiento simbólico, sin dolor ni riesgos, utilizando hierbas y conocimientos tradicionales que no generan ningún impacto negativo en las recién nacidas.
Itsmenia Carpio Kiró, de la etnia Wanam, habló sobre la visión que tiene su comunidad por la ablación.
Reproductor de audioUn punto particularmente significativo surgió de la etnia Wanam, para quienes la ablación es vista como la privación de un derecho esencial de la mujer: la capacidad de sentir y experimentar placer.
Reproductor de audioCon determinación, alzaron sus voces para reclamar igualdad, respeto por sus valores y la oportunidad de perseguir sus sueños como integrantes plenas de sus familias y de la sociedad en general.
Elisa Noganama, una mujer líder embera katío del municipio de Pueblo Rico.
Reproductor de audioEsta perspectiva resalta la complejidad de la discusión dentro de las mismas comunidades indígenas y la existencia de voces disidentes que cuestionan la validez de esta práctica.
Esta propuesta busca preservar elementos culturales importantes para las comunidades, al tiempo que se protege la integridad física y emocional de las niñas.
Olivia Charicha, docente del resguardo Gitó Dokabú
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